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DIOS ES AMOR, PERDÓN Y MISERICORDIA

Dios tiene necesidad de perdonarme. ¡Qué alegría!

El padre del hijo pródigo, no sólo quería perdonarle, sino que necesitaba perdonar a su hijo.

Is 60,5

5Al verlo te pondrás radiante,
tu corazón se henchirá de emoción


y Jesús:

"Vuestro corazón se regocijará" (Jn 16,22)

"Aquella noche no pescaron nada..."

Jesús estaba en la orilla, pero los discípulos no sabían qué hacer. En esta escena, captamos la soledad de los discípulos. Pero Jesús, siempre está a la orilla, siempre está a la puerta.

"He aquí que estoy a tu puerta y te llamo."

¡Cuántas veces nuestra vida es una noche entera sin pescar nada! y como fruto de todo esto: el desaliento. Un desaliento amenazador, que parece estallar en desesperación. Una vida sin aciertos, o con pocos aciertos. Una vida de grandes descalabros, de grandes pecados o de muchos pecados. Una vida con sensación de vacío.

A la hora de tomarle el pulso a la vida, constatamos con desesperación el vacío de nuestra vida. O una vida de intermitentes claridades dentro de una noche densa. ¡Qué fácil es que se produzca en nosotros el desaliento al examinar nuestra vida!

"Echad vuestras redes a la derecha."

Y cuando la hemos echado, se ha producido el milagro. Es una llamada a la esperanza. Es Cristo que desde la orilla me grita. Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas, y un pez puesto en ellas.

Él está allí, guisando para nosotros. Después de tantas traiciones. Después de tantas mentiras. Después del abandono, del hundimiento total, se puso a guisarles. Y cuando hubieron comido:
"Simón, hijo de Judas, ¿me amas más que éstos?..."
Una escena de amor sincero y de sobresalto.
"Apacienta mis ovejas..."
Sé tú otro yo. Ama y sírvelos. Haz posible el amor en este mundo de desamor. Dales y comunícales la alegría que necesitan. Y cuando los veas flaquear, estimúlalos, confírmalos en la fe.

Un sobresalto que inmediatamente dio paso al amor. El amor de Dios es tan grande, que San Pablo dice que sobra redención. No se puede agotar la misericordia de Dios. ¿Qué sensación tuvo Pedro? ¿Me amas más que estos?

Seguramente allí Pedro se conoció. Se hizo presente toda su vida. Lo que en un principio fue temor se convirtió en una fe sin límites.

Cuando se da cuenta de quién es, Jesús lo levanta. Yo perdono destruyendo la historia del pecado. Vosotros no sabéis perdonar. ¡Cómo recordaría Pedro aquellas palabras: "Tanto tiempo con vosotros, y ¿no me conocéis?"!

Pedro conoció a Jesús de verdad en este momento, cuando vio la misericordia infinita. Fue el momento del perdón y esto se reproduce también en nuestra vida. Necesitamos ser perdonados y sentirnos perdonados. Lo mismo con Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!

Dos vertientes: reconocimiento del pecado, condolencia. También son un estallido de alegría, por darse cuenta del amor de Dios.

No encontraremos el amor de Dios, si no nos damos cuenta de que somos perdonados.

"La Penitencia como Sacramento y como actitud"

La Penitencia no es un remordimiento. La Penitencia no es una exclamación dolorosa, triste, compungida. Ni una vuelta atrás. No es darle una nueva oportunidad. No es una liquidación de cuentas, haberse librado de una factura. No es un repliegue sobre sí mismo, como los gatos. No es que Dios nos esté queriendo hacer hurgar en nuestra porquería. Ni una especie de 'aspirina' espiritual: para tranquilizarme. La Penitencia es conversión y renovación.

Conversión:

Verterse hacia una nueva forma de

ver
pensar
sentir
entender
vivir como Cristo y a lo Cristo.

Renovación:

Hombre nuevo, vida nueva.(II Cor 5,17-21)
Renovar nuestras vidas
nuestras ilusiones
nuestras reacciones
nuestras reacciones espontáneas
nuestra mente
nuestra voluntad
nuestros proyectos
nuestras esperanzas.
Dios quiere que esto sea así, porque Dios quiere hacernos como Él.

No nos quiere hacer solamente buenos: ¡Venga, a ser buenos chicos como Abraham!

La Penitencia es fruto de un encuentro que obliga a cambiar. Hay que estar constantemente buscando ese camino, que lleva a esa tierra desconocida y sumamente conocida. ¿Para qué tantas horas de recogimiento y búsqueda del Señor? Para poder tener el encuentro con el Señor. Todo eso son búsquedas. La Penitencia es un ansia de amar lo nunca verdaderamente amado, y que es infinitamente amable. La Penitencia es un reconocimiento de sí mismo, pero en la paz y en la esperanza. Cristo saca de nuestros pecados las flores de la virtud y de la Gracia. Del estiércol, saca hijos de Dios. La Penitencia no es para estar yo contento de mí mismo, sino para estar contento de Dios.

Así, ojo con nuestras penitencias y palancas, que pueden ser orgullo espiritual. La Penitencia es alegría, porque nace al rescoldo del conocimiento real y firme de que Dios me perdona, necesita perdonarme y es infinita misericordia. La Penitencia es alegría porque es perdón, posibilidad de volver a empezar. Es una explosión de alegría, porque es perdón sin recodos. Cuando me perdona, me perdona infinitamente.

Es un perdón sin recodos

sin papel carbón (sin duplicado)
sin informe archivado
sin "monumentum iniquitatis" (archivos de la curia)

La Penitencia es alegría, porque es retorno a la blancura, a la inocencia.

En Is 1,18

Y si vuestros pecados son como la grana,
blanquearán como la nieve;
si rojos cual la púrpura,
se volverán como la lana.

Es retorno a la amistad entrañable. A la amistad entrañable de los niños. Es alegría porque es esperanza. Los confesionarios están vacíos, porque no hay fe, no hay amor, no hay ansia de sentirse perdonado. Las cosas las vamos trivializando, quitándole el espíritu y el sentido. Hemos de ir con cuidado de no manchar los sacramentos con nuestra pringue.

Jesús nos dice en la confesión:

¿Pero tú no crees de verdad que yo te puedo hacer feliz?

Mientras los confesionarios estén vacíos, no puede haber alegría. Por eso en los seminarios y conventos, es norma confesarse cada semana. No hay alegría cuando uno no se confiesa. Dios descubre nuestras llagas para curarlas, no para lacerarlas. No evidencia a la samaritana, a Dimas. Así hacemos nosotros con nuestros enemigos, con nuestros familiares: les frotamos por las narices el pecado que han hecho.

El es médico que cura y reanima. "He venido a buscar a los enfermos y no a los sanos."

Por eso podemos gritar:

¡Perdidos y podridos del mundo: confiad!

Sólo Dios sabe perdonar los pecados. Cuando uno llega a sentir ese perdón, inmediatamente nace en nosotros:

el que yo me perdone a mí mismo
el que yo perdone a los demás.

No nos perdonamos fácilmente a nosotros mismos. Dudamos de que Dios nos haya perdonado todo. No acabamos de aceptar la infinitud del perdón de Dios. En este mundo, todos los hombres hablan y prometen muchas cosas extraordinarias: ninguno promete el perdonar al enemigo. El perdonar aunque a uno no le perdonen, el ser el primero en perdonar.

Nosotros juzgamos, señalamos y acusamos. No nos lanzamos de verdad a amar, a perdonar. Eso de perdonar es algo del ámbito de lo divino.

"No te alegres de la muerte de uno"  (Eclo 8,8).

El perdón está inspirado en la valentía y en el desprendimiento. Hay que tener corazón magnánimo para poder perdonar. Desprendimiento de las satisfacciones sociales y psicológicas que produce la venganza. El perdón renuncia a la venganza, a ser juez y fiscal del prójimo. El perdón cristiano es fruto de la fuerza del amor. El perdón cristiano es un perdón puro, desprendido de las satisfacciones espirituales: hay que perdonar por amor.

Alégrate de querer perdonarlo setenta veces siete. Gracias a la Penitencia, no existe ya el fracaso definitivo en nuestra vida, por gordos que sean los crímenes que cometamos. La misericordia de Dios es inagotable. Sólo hay una cosa que pueda a la misericordia: el rechazarla.

En el cielo, publicaremos nuestras faltas, allí todo se va a saber. Nosotros mismos lo querremos hacer. No se van a fijar en nuestras faltas, sino en la misericordia de Dios. La misericordia es un fundamento de alegría inagotable.

II Tim 2,13

13Si nosotros no le fuésemos fieles, El permanecerá fiel, pues no puede negarse a sí mismo.

Me alienta pensar que la justicia de Dios es la que me va a juzgar. Atiende más que a la magnitud del pecado, al ansia del pecador de ser perdonado. Dios es juez, pero justo. No va a abusar de mí. Tendrá en cuenta mi condición, mi triste condición.

Lo terrible es que conocida esa capacidad de misericordia, sigamos pecando.