2 El Espíritu Santo.

(Sábado, 24-may-2003)

Pensemos que somos contemplados por Dios. Que tiene contemplaciones con nosotros. Pensemos en el amor que nos tiene.

Y que se produzca por nuestra parte la correspondencia de este amor.

Por medio de Jesucristo resucitado el Padre nos manifiesta su amor. Y nos envía el Espíritu Santo con la misión santificadora que el Espíritu Santo tiene.

Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche
.

1. Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

9. Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

El corriente es el Espíritu Santo.

Decíamos que se nos ha dado el don. Hoy me quiere dar el don de conocer su misterio. Sin duda nos quiere dar algún don, para que saboreemos algo más y mejor el misterio de Dios.

Hay que desear tener un mayor sentido de Dios. Creer que las Tres  Personas Divinas son la única fuente de nuestro ser y de nuestra vida. Desde este deseo contemplamos a Dios.

El Espíritu Santo es una persona: que conoce, que quiere, que actúa.

Está presente en la Creación, en la actuación de Reyes, Jueces, Profetas y en la Redención, en Pentecostés y en cada uno de nosotros.

La tercera persona divina es el corriente que de estas dos procede. En el orden natural no hay analogías de lo que es el Espíritu Santo, así como sí las encontramos con la persona del Padre y la del Hijo.

Pero se han usado símbolos que nos pueden ayudar. El soplo, el aliento. El aliento es signo de vida, de vitalidad y de fuerza.

Algunos Padres hablaban de que el Espíritu Santo era el beso entre la primera y la segunda persona de la Trinidad.

El Espíritu Santo une, ata y relaciona a Padre e Hijo. Es el amor que se tienen. Y es una relación de conocimiento. La Iglesia llama ‘El amor’ al Espíritu Santo. Porque es el agente unitivo. Para nosotros es la última persona divina que se revela.

El Padre es la fuente. El Hijo lo recibe todo (pobreza del Hijo). Y de esta comunidad de amor procede el Espíritu Santo, en la cual se comunica el amor de las Dos primeras.

El Espíritu Santo en el orden de la economía de la salvación, es el primero. Él es el que actúa en la economía de la salvación.

En la Misa, el sacerdote dice antes de comulgar:

“Senyor nostre Jesucrist, Fill del Déu viu, que per voluntad del Pare i amb la cooperació de l’Esperit Sant, heu donat la vida al món amb la vostra mort: pel vostre Cos i per la vostra sang, allibereu-me de tot pecat i de tot mal, feu-me sempre fidel als postres manaments i no permeteu que em separi mai de vós.”

Ya en la creación se menciona el Espíritu Santo en el Génesis:

1 En el principio creó Dios el cielo y la tierra. 2 La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. (Gen 1, 1-2)

Es ese viento el que convierte el caos en cosmos. El Espíritu Santo armonizará todas las cosas y ordenando, distinguiendo, separando, pasará del caos al cosmos (orden).

De Él se dice en la antífona de la misa de Pentecostés: “El que mantiene todas las cosas”.

El Espíritu Santo es el que mantiene todas las cosas. Hoy diríamos agente de cohesión y armonía.

Él hace surgir al hombre en la creación:

7 Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gen 2, 7)

Lo crea comunicándole un espíritu.

“Envía señor tu espíritu y serán creados”

“Si tú retiras tu soplo, los seres vuelven al polvo”

Y es que lo propio en nosotros es la no-existencia. La existencia nos viene del soplo de Dios.

En el tiempo de la preparación a la Redención, Moisés, Reyes, Jueces, Profetas, todos ellos hablan por el Espíritu Santo, están llenos del Espíritu Santo. Por eso decimos en el Credo: “que habló por los profetas”.

 

Y en Isaías 61 leemos:

1 El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí
por cuanto que me ha ungido Yahvé.
A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado,
a vendar los corazones rotos;
a pregonar a los cautivos la liberación,
y a los reclusos la libertad;
2 a pregonar año de gracia de Yahvé,
día de venganza de nuestro Dios;

Jesús en la sinagoga de Nazaret, lee este párrafo, excepto el último verso.

Ese es el punto de partida de la vida pública de Jesús.

Él dice:

20 Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. 21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy.» (Lc 4, 20-21)

El Espíritu Santo tiene un lugar central en la vida de Jesús.

En la concepción,

35 El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35)

En el nacimiento,

18 El origen de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. 19 Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado.20 Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.” (Mt 1, 18)

En la Visitación,

41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo

Cuando Zacarías exulta en el nacimiento de Juan,

67 Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:… (Lc 1, 67)

En la presentación del Templo,

25 Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.

26 El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,… (Lc 2, 25-27)

El Espíritu Santo es actor principal de la obra salvadora, aunque el Hijo es el Salvador.

Luego en la vida adulta de Jesús, aparece el Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús

21 Todo el pueblo se estaba bautizando. Jesús, ya bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, 22 bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.» (Lc 3, 21-22)

Juan el Bautista ya había anticipado esta acción del Espíritu Santo:

16 declaró Juan a todos: «Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Lc 3, 16)

Y vemos en Lc 4, 1

1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto,

algunos traducen por llevado, otros por impulsado.

Y una línea de fuerza del misterio de la Creación-Redención, es el combate entre Dios y Satanás. Jesús se enfrenta a cara descubierta contra el Demonio. Da el paso bajo la acción del Espíritu Santo, enfrentándose al Demonio. Va empujado a este combate por el Espíritu Santo.

Y al volver del desierto, va a Galilea también movido por el Espíritu Santo (Lc 4, 14):

14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu y su fama se extendió por toda la región.

Así, es clave del ministerio apostólico y redentor el impulso del Espíritu Santo.

Jesús realiza el ministerio en obediencia a la acción del Espíritu Santo.

21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos. (Lc 10, 21)

Y el punto culminante, la muerte y resurrección.

11 En cambio presentóse Cristo como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. 12 Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una liberación definitiva. 13 Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de una becerra santifican con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, 14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto al Dios vivo! (Hb 9, 11-14)

El gesto redentor es ofrenda pura, santa e inmaculada. Él es oferente, altar y víctima: persona que se ofrece al Padre y que se realiza por medio del Espíritu Eterno.

En esta primera etapa de nuestra Redención, el primer promotor es el Espíritu Santo.

Jesús ha vivido en la kenosis (kenosis = abajamiento, humillación) pero en él estaba el Espíritu Santo, con energías divinas pero inhibidas.

6 El cual, siendo de condición divina,
no codició el ser igual a Dios
7 sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de esclavo.
Asumiendo semejanza humana
y apareciendo en su porte como hombre,
8 se rebajó a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte
y una muerte de cruz. (Flp 2, 6-8)

Después de su resurrección, Cristo derrama de forma sobreabundante el Espíritu Santo.

32 A este Jesús, Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. 33 Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo que vosotros veis y oís.

Lo ha derramado. Ha habido un cambio. Hasta entonces, Cristo en la kenosis realiza la salvación. Desde Pentecostés, Cristo sigue siendo el Salvador, pero está en la gloria del Padre, y envía al Espíritu Santo y hará que la redención sea obra del Espíritu Santo. Es el tiempo del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que nos santifica. Estamos en el tiempo de la obra del Espíritu Santo. En la siguiente fase.

El carácter de la obra del Espíritu Santo es

-        universal, católica. Hemos de vivir en nuestras misas ese universalismo. La redención de Cristo abarca el mundo entero.

-        Unidad. (no ‘estar juntos’). Pentecostés es la negación de Babel. Unidad frente a dispersión. Necesidad de volver a aquel momento.

-        La fe es alrededor de alguien. Acoger las palabras de los apóstoles es acoger a Jesús. A los que el pecado dispersa, el Espíritu Santo une.

 

Hemos de preguntarnos ¿se manifiesta el Espíritu Santo en mi vida?

El crecimiento en la madurez se da en tanto que se vive con el Espíritu Santo.

Si no nos mueve el Espíritu Santo, nuestro amor y conocimiento es carnal, pueril.

Más adulto será cuanto más movido por el Espíritu Santo.

Él es el autor de la gracia, de las virtudes, de los dones.

Dones del Espíritu Santo que nos hacen funcionar incluso por encima de nuestras capacidades sobrenaturales. Los dones son gratuidad. En las virtudes podemos poner nosotros algo. Pero en los dones, lo que hemos de hacer es recibirlos.

El Espíritu Santo nos capacita para conocerle y amarle como presente porque nos hace Templos suyos. Prueba ésta grande del amor de Dios.