4ª Med. “La Caridad”

(Sábado, 1-abril-06)

Tenemos una consideración muy sencilla a partir de lo dicho en la anterior meditación. Nosotros nos las damos muchas veces de listos. Y nos vamos haciendo a nosotros mismos. Pues lo que me ha salido: un churro. No sale un hombre de verdad. Sale una caricatura. ¿Qué tiene que hacer el Padre? Pues en su misericordia, deshacer el entuerto que tú has hecho. En eso consiste la vida cristiana: en que Dios va quitando lo que yo he ido poniendo para que Él pueda poner. Porque lo que cuenta es lo que pone Él. Que lo otro ya lo tenemos muy visto: el hombre viejo. Lo que cuenta es lo que viene de Dios. Una imagen muy bella es la de Isaías mostrando a Dios como un escultor que coge el cincel del Espíritu Santo y va moldeando en nosotros la forma, la figura, la imagen de Cristo y por eso tiene que deshacer la que hemos puesto nosotros. El problema del alfarero es que el barro se va endureciendo: cuanto más viejos, más pellejos. Si no nos dejamos hacer por Dios, el hombre viejo se va instalando más y más y más. Cuando Dios purifica, pues duele más. Y por eso en su misericordia permite en nosotros una enfermedad u otra cosa para, en su misericordia, de esa manera irnos purificando. Porque la voluntad de Dios es hacernos santos, y si no nos dejamos por las buenas… pues lo hace con mano derecha y con mano izquierda.

Vamos a comentar el pasaje de la Visitación (cf. Lc 1, 36-45).

36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, 37 porque no hay nada imposible para Dios.» 38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

39 En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo 42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? 44 Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»

Normalmente se explica al revés, o se entiende al revés. Se dice que María como es muy buena niña, al enterarse que su prima Isabel tiene una dificultad –Isabel está en estado y es de edad avanzada- va y la ayuda. Y entonces pensamos que la caridad debe consistir en hacer cosas. Pero eso no es lo que hace María.

A veces entendemos la caridad como hacer limosna. O como hacer cosas. Pero eso no es la caridad. Otro, que es un poquito más generoso, dice: la caridad es que Dios hace cosas en mí. Aunque al final todo lo hago yo, y así nos sale un churro de caridad. Porque son obras que de una u otra manera, nacen de mí. No nacen de Dios. Y si no nacen de Dios no son caridad. Dice el dicho: Obras son amores que no buenas razones. Eso lo decimos para justificarnos de no rezar y hacer muchas cosas, y lo que sea. Y acabamos actuando nosotros y no es Dios el que actúa. Actúo movido por mi espíritu pero no movido por el Espíritu de Dios. Esa frase habría que corregirla así:

Obras son amores que no buenas razones si nacen de verdaderos amores y no de otras razones.

Si nacen del amor verdadero, que es el que viene de Dios, entonces sí, de lo contrario, nace de tu amor propio que no es más que egoísmo mal disimulado. Con apariencia de bondad y lo único que haces es buscarte a ti mismo: “yo, me, mi, conmigo”.

Eres cristiano porque has recibido una vida nueva. El Padre ha entregado a su Hijo como víctima propiciatoria por mis pecados, para que reciba la misma vida que el Hijo. Así que yo he recibido una vida nueva. Y si he recibido una vida nueva mi obrar es nuevo, ya no es mío. Es de Cristo que vive en mí. Y eso cambia mucho las cosas. Veamos que es lo que “hace” María.

          36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril.

María recibe el anuncio del ángel cuando llevaba ya seis meses Isabel esperando. Estuvo seis meses sin moverse de su casa. A pesar de que su prima era mayor, y estaba necesitada. María se mueve cuando recibe el anuncio del ángel y el Verbo se hace carne en ella. María no se mueve hasta que no recibe a Jesús. Hasta que el Verbo no mora en ella. Por eso la caridad es recibir a Cristo para dar a Cristo. La caridad no es hacer cosas, es recibir a Cristo para dar a Cristo. Por eso María espera seis meses. Hasta que no tiene a Jesús no se mueve. Por eso el cristiano se mueve movido por Dios, no movido por sí mismo.

39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá;

María se levanta porque al recibir a Jesús, vive de la humillación de Cristo. Vive la caridad el que vive en el abajamiento de Cristo que no es más que un abajarse para que no sea yo, sino que sea Él en mí. Como dice Juan el Bautista:

30 Es preciso que él crezca y que yo disminuya (Jn 3).

Eso es lo que hace María. Se hace pequeñita para que crezca Jesús.

Se fue con prontitud, con presteza. María no se mueve hasta que engendra al Verbo hecho carne en sus entrañas. Pero entonces va disparada. Con prontitud. Porque Dios la mueve. Dice San Pablo:

14 En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios (Rm 8).

Son hijos de Dios los que viven movidos por el Espíritu Santo. Como Jesús cuando va al desierto: es empujado, es llevado por el Espíritu Santo. Eso es el cristiano. El que tiene a Cristo en él y por eso el Espíritu Santo lo empuja. Por eso los cristianos hacen ‘locuras’. Hay una frase del beato Pere Tarrés que dice: ‘Sólo Dios sabe las locuras que he llegado a hacer por las almas.’ O como dice san Pablo: ‘me he gastado y me he desgastado por el anuncio del Evangelio’. El apóstol es el que posee a Cristo. Nace de la comunión con Cristo. Como María en el silencio, escuchando la Palabra, para que la Palabra se haga carne en ella. Y después dar esa Palabra de vida que es Jesucristo. El apóstol nace de la comunión con Cristo. Y si no, ni hay apostolado, ni hay apóstol ni nada. Por eso los santos tienen verdadero celo por las almas. Nosotros tenemos chispirritinas, que son como los fuegos artificiales, mucho aspaviento, para después nada. En cambio María es fuego porque lleva a Cristo dentro.

Es el Espíritu Santo el que mueve a los hijos de Dios como movió a María porque había concebido por el Espíritu Santo al Verbo hecho carne. ¿A dónde lleva el Espíritu Santo a María? A Isabel. Y la lleva a Isabel para que le dé a Cristo. Y ahí es donde descubrimos que el Espíritu Santo que es la Persona Divina que es amor, beso, lazo, abrazo, comunión y entrega del Padre y el Hijo es el que introduce en nosotros un dinamismo que es siempre de donación.

A Cristo el Espíritu Santo lo lleva a la Cruz. Y derechito. Jesús corre por subir a la Cruz porque el Espíritu Santo lo empuja. Por eso los santos no escatiman nada. Porque los mueve el Espíritu Santo.

El Padre y el Hijo se entregan, se donan mutuamente en la comunión del Espíritu Santo. Y la caridad es el amor de Dios que ha sido puesto en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Así pues, la caridad no es ‘hacer cosas’, es recibir a Cristo para darlo. Es recibir el Espíritu Santo para que el Espíritu Santo haga de mí en Cristo un don para los demás: haga donación de mí. Y el Espíritu Santo hará de mí una donación que me conducirá hacia la Cruz. Por eso todos los santos viven crucificados. Si no vivimos crucificados, es que poco nos mueve el Espíritu Santo.

40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel

María entra físicamente en la casa de Zacarías. Pero María es la casa de Dios, porque lleva a Cristo, el Hijo de Dios en su seno. Por eso, María, al entrar en la casa de Isabel, hace que Isabel entre en la casa de Dios, es decir en comunión con Dios. Si María es el tabernáculo donde reside el Verbo, Isabel entra en comunión con el Verbo. Está en el seno del Padre, que es donde mora el Hijo, que se ha hecho carne en las entrañas de María por el Espíritu Santo.

El saludo significa salvar. Por eso en la Misa el sacerdote no saluda a los fieles de cualquier manera, diciendo “buenos días” o cosas parecidas, sino que saluda diciendo:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu santo, estén con todos vosotros.

Ese es el verdadero saludo, porque María lleva a ‘Jesús’ que significa ‘Dios-salva’ en hebreo. Si María no lleva a Jesús, su saludo podrá ser muy simpático, pero no salva, no transforma ni cambia la vida de quien lo recibe. Quien salva es Jesús.

41 En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo

El Padre envía a su Hijo que se hace carne en las entrañas de María por el Espíritu Santo y ahora María que posee al Verbo encarnado, lleva a Jesús a Isabel. Eso es la caridad. Se da dándose en Jesús, y al dar a Jesús, Jesús comunica el Espíritu Santo. El Padre entrega al Hijo. Y el Hijo siempre nos llevará a darnos al Espíritu Santo. Por eso la donación del Espíritu Santo es continua, desde la Encarnación, Cristo está dando el Espíritu Santo. Hasta que llega a la donación total, en la Cruz, cuando expira, sopla el Espíritu Santo. Y luego llegará a Pentecostés que es la efusión plena del Espíritu Santo. Hay un camino de ida, que es el Padre que entrega al Hijo y el Hijo que entrega al Espíritu Santo. Pero eso camino de ida, tiene vuelta: Cristo me da el Espíritu Santo para que me lleve al Hijo y de nuevo al Padre. Y de alguna manera ahí vemos la vocación de María que abarca toda su vida. Y la vocación del cristiano. Porque María es tipo de la Iglesia, y la Iglesia y cada cristiano, para saber quién es, tiene que mirar a María.

Desde la Encarnación, María al pie de la Cruz, María en Pentecostés. Todo es lo mismo: recibir del Padre al Hijo, para con el Hijo ofrecerse para que así el Hijo pueda dar el Espíritu Santo.

Recapitulando, la caridad no es ser buenos chicos y hacer muchas cosas sino recibir a Cristo para poderlo dar. Nadie da lo que no tiene. De ahí la necesidad de entrar en el silencio, en la oración de la Iglesia, de María, para recibir al Verbo y que se haga carne en las entrañas de nuestra alma. En la medida en que recibimos a Cristo recibiremos el don del Espíritu Santo, y el Espíritu Santo nos moverá y actualizará la entrega de Jesús a través nuestro, de su cuerpo místico, que es la Iglesia. Hará de nosotros un don. Como Cristo es un don para nosotros. Y acabamos con la frase:

45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»

Que el Señor nos conceda esta bienaventuranza: que seamos dichosos porque creemos en la obra de Dios. Porque creemos en el amor del Padre que nos da a su Hijo, en el amor del Hijo que nos da el Espíritu Santo y que nos hace ser un don. Y quizá no haremos muchas cosas, pero estarán hechas según Dios.

María no creo que hiciese muchas cosas. Hizo ‘la más importante’: recibir el Hijo del Padre por el Espíritu Santo.